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16 Sep Málaga

El fútbol en malagueño


Estamos ante una de las secciones estrella de nuestra revista. Encuadrada en la página de las Mijillas, ‘El fútbol en malagueño’ tiene razón de ser desde el primer número de LA BOMBONERA. Semana a semana hemos ido rescatando palabras, frases y expresiones ‘mu’ malagueñas y relacionadas con el mundo del fútbol, y las hemos definido a nuestra manera. Aquí va nuestro pequeño diccionario.

Daniel Marín / LA BOMBONERA 

Batato: Expresión más antigua que el andar ‘palante’ y que ya se empleaba allá cuando el Málaga era Malacitano y jugaba en los Baños del Carmen. Hace alusión a la poca calidad del jugador en cuestión, al que se conoce como batato e incluso como ‘batata cocía’, lo cual ya es un pasón total y absoluto.

Bimbazo: Un bimbazo no es más que un lanzamiento a la portería rival de Antunes o Eliseu. El portero del Anderlecht podría ofrecer una buena descripción, en Bruselas ni olió el bimbazo del portugués.

 Burreíto: En clave malaguista, un burreo o burreíto es una combinación de pases entre Portillo, Isco y Joaquín que terminan por marear al rival hasta el aburrimiento. Los puristas lo llaman rondo, pero a nosotros nos gusta más burreíto, que no burrito.

Cacheo: Muchos lo relacionarán con el clásico manoseo que te procuran al pasar el control de seguridad en el aeropuerto. Pero no. Un cacheo en malagueño es un atrevido regate al contrario que consiste en pasarle el balón con precisión por debajo de las piernas. También se conoce como caño, túnel, puente, hacer una sotana… Es importante saber que al rival le suele producir un cabreo importante sufrir un cacheo, así que cuidadín con lo que hacéis…

Cascarilla: Muchos pueden creer que se trata de la envoltura que cubren los cacahuetes, pero no, no tenéis ni idea. En México dicen que un partido de cascarilla es como un amistoso, una pachanga. Pero tampoco. El caso es que en Andalucía somos más chulos que nadie, y empleamos esta expresión para referirnos a los participantes de un equipo que por su poco aporte al juego es como si no estuvieran. Alguien es cascarilla cuando su presencia no desequilibra las fuerzas de un partido, el que juega por pena.

Chorra: Tener chorra, la clásica potra. Frase muy usada por los malos perdedores ‘malaguitas’ cuando justifican la victoria rival en dosis de buena suerte o casualidad. “¡Vaya chorra que has tenido ‘io’!”, se suele escuchar en las pistas de Huelin cuando acaba una pachanguita. “No vea abe, al saber le llaman potra”, le responde el otro. Y ya está.

Cogiendo Alúas: No es una expresión del todo futbolística, pero se le aplica por estos lares a esos porteros empanaos que no se suelen enterar de la jugada. “Estaba cogiendo alúas”, se les suele decir cuando reciben un gol mientras están en la inopia. ¿Y qué son las alúas? Pues esas hormigas rechonchas con alas que aparecen en el campo con las primeras lluvias del otoño. ¡Ea!

Desagerao: Clara muestra de la mutación de una palabra. Del castellano ‘exagerado’, los malagueños empleamos ‘desagerao’ para referirnos a algo que ya supera lo impresionante, para engrandecerlo hasta donde no nos llegan ni las palabras. Por ejemplo, el gol de Juanmi el otro día fue ‘desagerao del tó.’ Lo decimos tal cual y nos quedamos tan panchos en verdad.

 Desguince: En Málaga somos tan peritas que nos inventamos las palabras. O las adaptamos, según nos convenga. Aquí no se va al entrenamiento, se va al estrenamiento. Y el Atlético Malagueño no es el filial, es el filiar. Y un desguince no es más que un esguince, una torcedura de la articulación, vaya. ¡Que sois todos unos caracartones!

Echar deditos: No penséis mal, echar deditos es el clásico sorteo casero para decidir el orden de porteros en un equipo antes de las pachangas de amigos en el campo del Roma Luz o de donde sea. Cada uno saca los suyos, se cuentan todos y, sí, te ha tocado nuevamente el primero.

El hueso cuqui: El hueso cuqui, al que los médicos se empeñan en llamar “coxis” es esa parte del cuerpo sobre la que solíamos caer jugando al fútbol… ¡Y cómo dolía, el hiopuchi!

Empeñar la pelota: Un clásico de las limis. Ocurría cuando el jugador de turno apuntaba tan mal que enviaba el balón a un lugar inalcanzable, como por ejemplo el balcón del vecino del primero, que solía ser un sieso manío. El partido se acababa entonces, a no ser que el hombre no rajara la pelota y la devolviera, cosa rara.

Eslomao: En realidad esta palabra es sinónima de ‘guarnío’, cuyo significado os explicamos en la edición número 13 de la revista. Pero bueno, ya puestos, os contamos que ‘eslomao’ es acabar extenuado de doblar el lomo. En términos futbolísticos, cansarse tras jugar un partido, una pachanga, una limi o lo que sea.

Estar en la pescaera: Aquí surge la figura del clásico ‘chupagoles’, el palomero, el ‘Chengue’ Morales de la vida que se quedaba perenne al lado del portero rival para pescar lo que cayera por allí. Su figura siempre es muy discutida en cualquier pachanga que se precie.

Guarnío: Cansado, extenuado. Es decir, estado en el que suele acabar todos los partidos que juega nuestro colaborador Pachi Idígoras. Menos mal que los futbolistas del Málaga están hechos unos toros, a diferencia de Pachi.

Hacer una porrita: Hacer una porrita es tan fácil como remojar pan cateto y triturarlo junto a tomates, pimientos, ajos y… ¡Que no, que es broma! Hacer una porrita es juntarse unos pocos y apostar antes del partido de esta noche por un resultado. ¡Quien acierta, gana! ¿El qué? Una porra antequerana.

Ley de la botella: No, nada tiene que ver con la alcaldesa de Madrid. Es una famosa ley de la calle consistente en hacerse responsable de ir a por el balón cuando lo empeñas, lo embarcas o lo mandas al quinto pino. En resumen, ser recogepelotas de uno mismo. A la ley de la botella, “quien la tire va a por ella”, le salió un decreto, la ley del vaso: “Quien la tire no hace caso”, que no tuvo mucha aceptación popular.

Limi: Para entendernos, un limi, abreviatura de eliminatoria, es una pachanguita a medio campo y con solo una portería, que puede ser la puerta de un garaje, dos marcas de tiza o la línea que dos piedras separen. Eso sí, no vale alta y se aplica la ‘ley de la botella’.

Manos de gachas: Esta frase es más antigua que Pachi y casi tanto como las propias gachas, tradicional comida que consistía en cocer cereales o legumbres. Se le aplica a los porteros de manos blandas, o manos de mantequilla. De estas veces que te vienes arriba para atrapar el balón y se te doblan las manitas de marqués. Pues eso.

Portero-delantero: Demarcación que se empleaba en las pachanguitas de la calle o el recreo cuando el equipo del portero en cuestión era uno menos o los jugadores que había en total no sumaban ni cuatro gatos. El guardameta tenía libertad para subir hasta el ataque y hacerse un Roque en el área. ¿Os imagináis a Kameni rematando los saques de esquina?

 Picaítas: Dícese de los toques que un chavea puede darle a un balón con cualquier parte del cuerpo, incluida la nariz, sin que éste toque el suelo. Todos hemos competido siendo niños para ver quién hacía más picaítas en el clásico juego del reloj. Existen leyendas difusas que dicen que el gran Idígoras llegó a hacer más de cien en alguna ocasión, aunque no hemos podido corroborarlo.

Pelea, pelea, el gato y la viea: Otra expresión rancia y propia de la antigüedad más supina en los descampados malagueños donde se jugaba a la pelota. A veces, cuando se rompía el Fair Play, dos contrincantes acababan peleándose, y ésta era la expresión que gritaban los demás en pleno jolgorio. Menos mal que alguno se solía meter a separarlos. Vosotros, pequeños, no sigáis el ejemplo de los mayores y no os peleéis.

Transfullero: Craig Thompson.

 ¡Última jugada!: En Málaga los partidos no acaban cuando pita el árbitro. Aquí no hay silbato, ni falta que hace. Las pachangas de verdad terminan con esta frase convertida en dogma y con más validez que el reglamento de la FIFA. Se grita: “¡Última jugada!”, y en el momento en el que salga la pelota, a darse la mano y  al tercer tiempo. Eso es lo que hay.
 

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