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07 Abr Málaga

Mis excursiones futboleras

MIS EXCURSIONES FUTBOLERAS
Ángel Rodríguez Cabezas
 
 
Parece que casi 50 años son muchos años, pero aparentan menos si se contempla con la perspectiva de un bonito recuerdo. Eso es lo que ocurrió, corriendo el año 1970, cuando el C.D. Málaga hubo de jugar el partido de liga contra el Granada.

Por aquella época ejercía yo el puesto de médico titular del municipio de Rincón de la Victoria. Es un decir, pues mi área geográfica abarcaba desde la barriada de la Araña hasta Benajarafe por la costa y hasta los núcleos de Benagalbón y El Valdés por el interior. Un viejo y gracioso boticario, un curtido practicante y yo mismo componíamos el equipo sanitario de aquella amplia zona. Trabajábamos mucho, con más ilusión y estudio que medios. Pero cuando considerábamos que tanto trabajo debería tener una recompensa, cualquiera de los tres proponía darnos un homenaje, que casi siempre se consumaba en forma de viaje a una de las capitales andaluzas donde el C.D. Málaga jugaría uno de los encuentros de la Liga oficial de futbol.

Aquel viejo boticario, que con toda seguridad habita ahora en el Paraíso, Paco Goicoechea, era, a pesar de lo euskalduno de su apellido, granaíno de pura cepa, y como el C.D. Málaga debería jugar aquel 15 de noviembre de 1970 en Los Cármenes, pues nos propuso asistir al encuentro a bordo de su flamante vehículo, marca Dauphine, que había adquirido de segunda mano a un carabinero francés que veraneaba en lo que se empezaba a denominar Costa del Sol, y que aseguraba que había participado en el Rally de Montecarlo. Con algo de imaginación y fe, nos creímos la procedencia de vehiculo, un tanto extrañamente tuneado para la época, pero, en cualquier caso, útil para nuestro propósito: desplazarnos a la ciudad de ‘los cármenes’ a presenciar el partido de fútbol entre los equipos de las dos ciudades rivales.

Pues bien, a temprana hora, ya estábamos los tres a bordo de aquel flamante coche, enfilando la Cuesta de la Reina, alegre el ánimo para pasar un día adecuadamente feliz y hasta glorioso si el Málaga lograba la victoria o, al menos, un empate. El boticario, al volante de aquel coche, conocido popularmente por el coche de las viudas, porque frecuentemente perdía el control en las curvas cerradas por el desfavorable reparto de peso, animaba la conversación, retándonos a una apuesta sobre el resultado del partido, apostando él, por supuesto, por la victoria del Granada.  Sin embargo, pasada la Venta del Boticario (nada que ver con nuestro amigo conductor) pudimos apreciar que su palabra se hacía torpe, se enlentecía en su conversar, balbucía, al tiempo que también su conducción se hacía temeraria, dando bandazos a uno y otro lado. Tuvo que ser la pericia del practicante, en el puesto de copiloto, accionando rápidamente el freno de mano, el que nos libró de una catástrofe que se percibía como irremediable.  Percibimos un olor a gas dentro de habitáculo, lo que nos hizo abandonar el coche rápidamente y aplicar al mareado boticario los remedios básicos de resucitación cardio-pulmonar, que lograron rápidamente su efecto.

Luego, tras dos ahora de autostop, cabreados y con un maltrecho boticario granaíno, arribamos al estadio de Los Cármenes, justo a tiempo de ver el primer gol del glorioso Viberti en el minuto 30. No importó luego que Barrios nos empatara, porque el Málaga hacía un juego vistoso, con jugadas muy bien entrelazadas  entre Búa, Montero, Vilanova y Viberti, por una parte, defendiendo muy bien atrás Monreal y Martínez. Apenas tuvo trabajo Deusto bajo los palos y Aragón que sustituyó a Álvarez al final de la segunda parte estuvo muy preciso en los pases y muy espectacular en  los regates. Todo el juego, sin embargo, giraba en torno a la figura, muy efectiva en el juego, de Viberti.  Ya había comenzado el memorable quinquenio de oro del Málaga que tantas tardes de gloria y felicidad proporcionó a los aficionados. Yo me alegro de estar entre los que tuvieron la oportunidad de disfrutarlo. Mi deseo es que se inicie ahora otro parecido quinquenio y usted, lector, que lo saboree.

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